AMA TU TRABAJO, PERO SIN APEGO
Es natural sentir un profundo compromiso con tu trabajo. Después de todo, pasamos una parte significativa de nuestras vidas trabajando, desarrollando habilidades y contribuyendo al éxito de la empresa. Sin embargo, hay una línea delgada entre amar lo que haces y volverte demasiado apegado a tu trabajo. Esa línea puede marcar la diferencia entre una vida laboral equilibrada y una que se vuelve emocionalmente agotadora.
Primero, es importante distinguir entre un sentido de pertenencia y el apego emocional. El sentido de pertenencia implica cuidar el entorno donde trabajas, sentirte parte de un equipo y contribuir al crecimiento del lugar que te da la oportunidad de desarrollarte. Pero el apego emocional excesivo va más allá de este compromiso saludable. Cuando das más de lo necesario, sacrificando tu bienestar personal, te expones a la frustración y decepción si las cosas no resultan como esperabas.
Amar tu trabajo es un acto de pasión. Si te dedicas a algo que disfrutas, lo harás con entusiasmo y motivación. «Elige un trabajo que ames, y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida,» dijo Confucio. Aunque esta es una idea hermosa, incluso si amas tu trabajo, ese amor debe canalizarse con sabiduría. El trabajo no debería convertirse en el eje central de tu vida, porque un día, sin previo aviso, puede cambiar. Las empresas tienen ciclos, y en algún momento, por decisiones estratégicas o simples renovaciones, podrías ser reemplazado. Es una realidad inevitable. Por eso, no debemos aferrarnos a un rol o empresa como si nuestra identidad o felicidad dependieran de ello.
Debemos estar preparados para soltar. Ni los trabajos ni la vida son eternos. Todo tiene su ciclo, y entender esto es esencial para una vida más plena. Así como una planta crece y florece en diferentes estaciones, nuestras carreras también atraviesan fases de crecimiento, cambio y renovación. El apego nos hace resistir estos cambios, pero el verdadero crecimiento personal y profesional ocurre cuando aceptamos las transiciones con serenidad y confianza.
Un poderoso ejemplo de esta lección proviene de Andrea “Andy” Cunningham, la experta en marketing que trabajó estrechamente con Steve Jobs durante el lanzamiento de la Macintosh original en 1984. Cunningham fue despedida por Jobs cinco veces durante su tiempo juntos. Jobs era conocido por ser un líder exigente y perfeccionista, a menudo esperando lo imposible de quienes trabajaban para él. A pesar del entorno laboral desafiante, el tiempo de Cunningham con Jobs se convirtió en una experiencia transformadora en su carrera. Aprendió a adaptarse a situaciones de alta presión, desarrollar resiliencia y, finalmente, prosperar en su propia carrera.
Cunningham compartió cómo Jobs, a pesar de su estilo de liderazgo duro, le enseñó valiosas lecciones. Ella enfatizó que, aunque las experiencias fueron difíciles, la moldearon como una mejor profesional. De manera crucial, cuando Jobs se negó a pagarle lo que le debía en un momento crítico, Cunningham tuvo que soltar el apego emocional a su relación laboral. En su lugar, utilizó sus habilidades estratégicas y contactos en la industria para obtener lo que le correspondía, demostrando su capacidad para prosperar incluso cuando se desliga de un trabajo o persona. «La mayor gloria en la vida no radica en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos,» como sabiamente dijo Nelson Mandela. Esta situación ejemplifica lo crucial que es amar lo que haces, pero no dejar que tu identidad o autoestima se liguen a un puesto o líder en particular.
El mismo Steve Jobs una vez dijo, «Tu trabajo va a llenar una gran parte de tu vida, y la única manera de estar verdaderamente satisfecho es hacer lo que crees que es un gran trabajo. Y la única manera de hacer un gran trabajo es amar lo que haces.» Pero incluso él comprendía la impermanencia de los trabajos y roles. Se trata de encontrar satisfacción en lo que haces sin perderte en el proceso. Esta mentalidad te libera de la ansiedad ante los cambios en tu carrera y te ayuda a abrazar nuevas oportunidades.
Cada experiencia laboral, buena o mala, nos enseña algo valioso. Aprendemos a ser más resilientes, a mejorar nuestras habilidades, a enfrentar desafíos creativamente y, lo más importante, a conocernos mejor a nosotros mismos. «El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatal: lo que cuenta es el valor para continuar,» dijo Winston Churchill. Esto nos recuerda que, aunque nuestras carreras puedan tener altibajos, el verdadero éxito radica en nuestra capacidad para adaptarnos y seguir adelante. Sin embargo, debemos recordar que nuestro valor no reside únicamente en lo que hacemos. El trabajo es una parte de nuestra vida, pero no es la vida.
Trabaja con pasión, pero también con equilibrio. Ama lo que haces, pero no te apegues más de lo necesario a un puesto o a una empresa. Mantén tu sentido de propósito, pero no pierdas de vista que siempre hay nuevas oportunidades esperando ser descubiertas. A veces, el mayor acto de amor propio es saber cuándo dejar ir.
Además, es fundamental que siempre busques alternativas, que sigas aprendiendo y desarrollándote, para estar preparado para cualquier cambio que la vida o el entorno laboral te presente. Las empresas cambian, los roles evolucionan, y es crucial mantener una actitud abierta hacia lo que está por venir. De este modo, podrás seguir generando los recursos necesarios para ti y para quienes dependen de ti.
Al final del día, lo que nos llevamos no son los títulos ni los logros materiales, sino las experiencias que hemos vivido y las lecciones que hemos aprendido. Por eso, ama lo que haces, pero no te aferres. Las oportunidades van y vienen, y al soltar, te abres a nuevas experiencias, desafíos y aprendizajes.
La enseñanza clave es clara: ama tu trabajo, pero sin apego. Encuentra tu pasión y trabaja con determinación, pero no permitas que el trabajo te defina o te limite. «El único límite a nuestra realización de mañana son nuestras dudas de hoy,» como dijo Franklin D. Roosevelt. No dejes que el apego te impida vivir una vida más rica, equilibrada y llena de posibilidades.
Gracias por estar presente,
Jorge Gutiérrez Guillén