Aprender a ignorar las ofensas es señal de inteligencia y fuerza emocional
En el arco de solo 24 horas somos capaces de cambiar humor más y más veces, pasando de tocar al cielo con un dedo, a querer solo arrastrarse bajo tierra. A menudo sucede que hacernos sentir tan deprimidos es un juicio o un gesto desagradable que algún otro nos hace.
Pensar que la responsabilidad de este mal humor nuestro sea de los demás es verdad en parte, pero no nos ayuda a sentirnos mejor: de hecho somos nosotros a decidir a quien y que cosa prestar atención, dejándoles libre ingreso a nuestra alma.
Y quizás, a veces, sería mejor aprender a ignorar, sin interiorizarse todo aquello que nos ocurre.
Absorber todo aquello que nos sucede o nos toca no es el mejor modo de vivir: la realidad es ambigua y nos juega malas bromas y no podemos estar constantemente en la lucha, pero debemos dejar fluir los comentarios o las acciones desagradables.
Es importante aprender a vivir más ligeros y concentrados sobre aquello que de esencial hay en el presente. Esto implica una cierta inteligencia para poder distinguir cuales son las batallas que vale la pena emprender y sobre cuales ofensas es mejor postergar. Si debiéramos calentarnos por cada insulto, estaríamos un tanto agotados de no tener las energías para perseguir aquello que en vez cuenta de verdad en nuestras vidas realizar nuestros sueños, tomarnos cuidado de las personas que amamos y cultivar la mejor parte de nosotros mismos.
Elegimos igualmente nuestros aliados a lo largo del camino, abandonando el resentimiento hacia quien no se ha comportado bien con nosotros. Aquello no quiere decir que estamos ciegos a las ofensas de los demás: a veces no podemos evitar de estar heridos, pero podemos impedir que tal dolor se alargue, invadiendo nuestra mente y nuestro espíritu.
Al contrario, es necesario mucha fuerza para aprender a ignorar las ofensas que otros nos causan a veces, por el contrario, creemos que dramatizar una situación que no lo merece nos pone de manera positiva ante los ojos de los demás, pero no es así en absoluto; y más desperdiciamos tiempo y energía. Además, a menudo somos nosotros mismos y malinterpretamos ciertas palabras o gestos, transfigurándolos completamente a lo que son en realidad.
Prueba a reflexionar y pensar: de todas las personas que me han ofendido, cuanto lo estaban haciendo de verdad, intencionalmente? aquello nos ha impedido de realizar nuestros sueños?
Decidir de no caer en el choque y en el drama es eso signo de inteligencia, madurez emocional y fuerza de ánimo.
Recuerda que a veces estar en paz es mas importante que tener razón.
Bendiciones!