Reflexión! A dos años de un Aprendizaje Inesperado
Mi nombre es Jorge. Soy una persona común, con días de risas y días de silencios, pero siempre con un corazón lleno de gratitud. Hubo un momento en mi vida en el que sentí que mi paso por este mundo estaba llegando a su fin. En medio de mis aficiones y talentos, esos dones que Dios generosamente me otorgó, apareció un enemigo silencioso y despiadado que, poco a poco, me arrebató lo que más amaba: mis hijos, mi profesión, mis pasiones. Entre acordes y pinceladas, vi cómo mi mundo se desmoronaba sin previo aviso, dejando un vacío que parecía insalvable.
Pero entonces, un día, el sol tocó mi rostro. Y en ese instante, comprendí que aún había razones para levantarse, para reconstruir y para agradecer. Hoy, desde esa nueva luz, comparto este pensamiento.
Este año 2024, marcado por el impulso de la inteligencia artificial, me ha traído retos que jamás soñé enfrentar. La posibilidad de escribir y expresar mis pensamientos nunca había estado tan al alcance. Pero no se trata simplemente de pedirle a una IA: «Escribe un artículo sobre este tema». Mi proceso es diferente: cierro los ojos y dejo que mis pensamientos fluyan, traduciéndose en palabras en la pantalla. Escribir así, sin mirar el teclado, me permite conectar con mi esencia. Otro desafío que he abrazado es mejorar mi nivel de inglés, pero más allá del idioma, el verdadero reto ha sido vencer el miedo. Hoy procuro buscar esas oportunidades donde puedo fallar, aprender y crecer.
Hace dos años y medio enfrenté una crisis de salud devastadora. Sobrevivir fue un milagro, y mi gratitud hacia quienes me ayudaron no tiene límites. La CCSS, al incluirme en su programa de trasplante de hígado, me abrió puertas que salvaron mi vida. Pude someterme a estudios exhaustivos, incluidos escaneos de mi cerebro, y recibir un apoyo invaluable de psiquiatras y psicólogos. Recuerdo especialmente a la psicóloga Betzabet del hospital. Me dijo algo que, en aquel momento, apenas podía comprender: “Volver al mundo tal como lo conocías será un proceso, y necesitarás prepararte para ello”. Hoy, esas palabras resuenan con fuerza.
He aprendido que, tras experiencias tan transformadoras, la vida no vuelve a ser igual. Amigos y familiares que antes estaban cerca se alejaron, y en su lugar llegaron otras personas más alineadas con la persona que quiero ser. No juzgo esos cambios, ni considero que unas personas sean mejores que otras. Simplemente, en la vida debemos rodearnos de quienes realmente desean estar con nosotros. Y cuando eso no ocurre, lo más saludable es tomar distancia.
A veces observo con asombro cómo este mundo parece recompensar el ajetreo y las ganancias por encima de todo. Sin embargo, para mí, la autenticidad ha sido una brújula, un valor sereno que guía cada decisión. Ser auténtico no es solo mostrarse tal como uno es; es hacerlo con un propósito claro. Pero esta autenticidad no siempre es fácil. Las presiones externas —la velocidad, el dinero, la aprobación social— constantemente intentan desviar nuestro rumbo. Ser auténtico requiere coraje, especialmente cuando lo fácil parece tentador.
Este camino me lleva a reflexionar constantemente. Preguntas como: ¿Estoy tomando decisiones alineadas con mi propósito? ¿Estoy sirviendo a mis valores o conformándome con lo cómodo? Estas interrogantes son una guía para no perderme en el ruido del mundo.
Una cosa tengo clara: mi vida tiene un propósito. Mi primer compromiso es cuidar de mí mismo, algo que durante años dejé en segundo o tercer lugar. Cada día que despierto, agradezco al creador por esta oportunidad y reafirmo mi deseo de ayudar a quienes han enfrentado retos similares a los míos. Desde la lucha contra el alcoholismo hasta el proceso de recuperación de mi hígado, mi experiencia me ha enseñado que la vulnerabilidad no es una debilidad. Al contrario, es una fortaleza, una parte esencial de lo que significa ser auténtico.
Compartir tanto los éxitos como las dificultades no solo fomenta confianza, sino que invita a la colaboración y al entendimiento mutuo. Es un recordatorio de que nadie tiene todas las respuestas, y está bien. Al final del día, todos somos seres humanos haciendo lo mejor que podemos.
Ser auténtico no es un ideal abstracto. Es un compromiso diario con uno mismo, un acto de valentía. Es elegir, una y otra vez, vivir alineado con tus valores, incluso cuando sea incómodo o desafiante. Porque, al final, la autenticidad no solo nos conecta con quienes somos, sino que nos guía hacia quienes queremos llegar a ser.
Jorge Enrique!
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